Embryos (Ediciones El Humo, 2019)

Image
portada Embryos (Ediciones El Humo, 2019)

Embryos, Camila Krauss

Termino de leer y pienso: esto es un cuadro. Una naturaleza muerta, una naturaleza muerta. Páginas pintadas, una disposición especial del texto, y en el texto, el cuerpo despeñado, yaciendo. La imagen que se me viene a la cabeza tiene frutos, vajillas, cuchillos y animales muertos.

Frutos como nódulos de actividad orgánica cortada, cuchillos y vajillas como la experiencia cotidiana, como el corte y la herida, y un conejo, un pato o un faisán, tendidos, exhibidos en su lánguida belleza, en su energía interrumpida, su belleza, sus patas, sus plumajes, sus pelajes, sus ojos que nos miran sin mirar. Pienso: me gusta más el término anglosajón, still life, naturaleza quieta, porque evoca esa sensación de suspensión momentánea. No hay movimiento, no hay aire, no hay pulso. Como en Embryo, que pinta, luego de haberlos escogido, algunos elementos que rodean un cuerpo: lo doméstico, la ciencia, la persona, esa persona que habita el cuerpo, pero que está fuera de él.

     despiezo la idea de los animales quimera que incuba la medicina
     la escasez de órganos humanos encontrará su remedio

Vuelvo a leer, me perturba la presencia abrumadora de ese cuerpo Embryo que ha logrado rozar el mío como lectora, abrazarme, meterme dentro de él. ¿Cómo logra la poeta esta transposición tan bien lograda, esa textura, ese olor? Siento su piel sobre mí, sus entrañas dentro de mis entrañas. Y es que, generalmente, el cuerpo se traduce en la escritura como un entidad aparte, atravesada por lo social, lo erótico, lo cultural, lo político o lo sexual, ámbitos en donde la corporeidad va desapareciendo a media en que se detallan estas relaciones. Pocas veces hay como ésta, en donde aparece tal cual, sin interpretaciones, sin disimulos. Está ahí simple e íntegramente. Entonces, pienso: este libro es un sudario,

    mortajita sacrificio de unas células sacrificándose por otras, adiós 

    así elegimos

Es un lienzo en el que se ha envuelto un cuerpo inanimado. En la urdimbre y las fibras del textil, se adhieren todo tipo de sustancias y restos que forman un mapa, una huella, un rastro. Este libro es un sudario.

 humanidad sin humanos
 por su nudo de piel eyectar plasma en refrigeración,
el número de gen a través de una jeringa medieval,     victoriana, futurista y posnuclear hacer granjas de existencias 

No sólo el cuerpo es protagonista y tiene la palabra, en Embryos habla el cuerpo usando a la que escribe. El cuerpo se ha derramado, el cuerpo ocupa a la escritora.

mis sueños están hechos de mi cuerpo. de esta misma manera, el lenguaje. nada sobra, no hay más que huesos  y carne y sangre. médula.

Sus manos son el medio. La mente detrás del libro está tomada, secuestrada por semillas y óvulos, moreras, mórulas y astillas. Habla su cuerpo. Esporofitas y óvums. En Embryos el cuerpo no ha sido objetivado, no aparece como objeto de estudio ni de expresión de la emoción, el sentimiento o el cuerpo social, tampoco como alterabilidad. Aquí está el cuerpo propio, como consistencia, sustancia, como densidad. Habla el organismo, el receptáculo posible, la cavidad, el mecanismo que nos impone el deseo de formar, hacer, producir otro cuerpo y su imposibilidad de realizarlo. quién no eres, dice el cuerpo a ese otro cuerpo que no es. no tienes cara. No es la pérdida, es la imposibilidad, la imposibilidad de ser rostro. El rostro, ese campo irrepetible de facciones, siempre único, distinto entre millones, y que nos da identidad. El rostro, que como sabemos es el camino de acceso al otro, a su ser específico, a su historia de vida, su unicidad. El rostro, ojos y boca, la mirada y la voz en el mundo, sobre el mundo, la mirada y la voz. Hay borramiento.

  de ti en todos lados 

  lenguaje que por sí solo no basta vida que por sí sola no basta para salvar la vida
  la montaña tiene miedo, el dorso del cielo palpita

El otro, el otro rostro, en Embryos es un allá afuera. El cuerpo escribiente observa el mundo, sufre la violencia, la existencia amputada, cegada, arrebatada.

hay quien muere sepultado por un alud de lodo a la orilla de un río tres lenguas de milenios mueren todos los días  de este siglo
al menos catorce niños estallan en un mercado de pólvora y pirotecnia tú tampoco vas a vivir
tú entrarás con las montañas de abajo

y se plantea una pregunta, ¿por qué la fragilidad que existe sobre la tierra? hay un reconocer el intercambio incesante entre la vida y la muerte y un aceptar la imposibilidad de participar en ese canje.

escribo debajo de estrellas que se apagan la Era extinta
del mortal entre sus muertos
la Historia insiste en un tictac
de pequeños engranes atrofiados

 

Engranes atrofiados, un tictac. De repente, hacia el final de Embryos, se desliza el sudario que a lo largo de las páginas ha cubierto el cuerpo y cae. Descubrimiento. Ahora hay otra imagen, un nuevo cuadro, una mujer ovillo, que yace, ya no un cuerpo.

   ante un horizonte que ensaya su repliegue hace millones de años
   en un destino que desgaja y
   deshija 

   otra

   lluvia
   cenital

 

desde hace millones de años, ahora, hay una mujer tendida en la cama del cosmos, recostada sobre la historia y la literatura, sobre un paisaje sin edad, iluminada, libre. Ella es ahora el átomo del tiempo, los siglos psicológicos como escribió Paul Valery. Ella es su propio mundo, su casa, su propia lengua, su palabra y su libro.

Carla Faesler.

CDMX, Febrero, 2019.

 

Secciones