Alerta sísmica

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Alerta sísmica

Lo único que quiero es que den las diez para llegar al concierto —mensajeó Irene. Ah, mi otro único pendiente es no estar en el edificio a la hora del simulacro de alerta sísmica. ¿Tú qué, dónde vas a estar?—- puso en otro mensaje. El tacón de una de sus botas, se despega, trata de clavarlo con una lata de sopa, se da un golpe en el dedo, se le rompe un cacho de uña, de todas formas se deja las botas puestas, azota la reja y baja las escaleras. Camina hacia un café de la colonia Juárez.

 

Son las tres de la mañana. ¿Se encuentra bien? —pregunta uno de los policías desde la patrulla. Irene levanta la cara con el pelo enmarañado.  —-Los vecinos de enfrente dicen que lleva horas así, ¿qué le pasa? —pregunta el policía que va al volante.  —-A ver, ¿ya vio? Le falta un zapato —dice el otro policía. —Eh, yo… —-Irene se da cuenta que tiene la boca seca, algo atorado entre las muelas y la ropa echa jirones.  Una puerta, la otra. Los oficiales bajan de la patrulla. En la calle se escucha la fricción de los chalecos contra sus armas.

 

—Sí. Vi. Todos los tuits decían lo mismo: Stephen King cumplió 68 años. Eh, sí, se me quedó eso de que escribe dos mil palabras diario, a mano, dos mil diario, de puño y letra. ¿Da miedo la letra de alguien? Dos mil palabras para dar miedo. Estoy hablando sola, sábado a media mañana. Irene saca el documento que ya revisó alguien antes y en el que dejó garabatos inentendibles. Diario. Dos mil. Escribir miedo cada que escribes. ¿Va a ordenar algo? —le pregunta el mesero. Un americano —ordenó Irene. Dos mil demonios negros. Dos mil fetiches que repitan la trepidación de un esqueleto. Dos mil, cada letra escogida es vudú. —¿Le traigo sustituto? —¿Eh? No. --No. Un monstruo, dos mil visitas. Dos mil oportunidades de no tener suficiente precaución y se te cuele el diablo ¡Qué sabes tú del diablo! Dos mil detalles insignificantes. —Le dije que no tomo azúcar. Dos mil palabras, dos mil ladrillos por derrumbarse. —-Sí, eso, la caligrafía en sí. O.k. Bye. —No te oigo nada. ¡Qué onda con los perros de la cuadra! Voy a estar en el café. Son las once. Ya te dije, un bomberazo, tengo que revisar un artículo. Cuelga el teléfono. —¿Me están sudando las manos?

 

¡Alerta sísmica! ¡Alerta sísmica!

 

Irene levanta la vista, mira a una jardinera, luego una charola con tres jugos de naranja, ya no escucha los perros. Algo la hace sentir… se tambalea. Un segundo antes de la alarma se tronchó una rama en forma de horqueta, un niño la recoge. Irene los mira. La horqueta vibra. 

 

—¿Le dan miedo los temblores? Ella ignora al mesero. Irene se muerde las uñas. Ay. El dedo donde se golpeó con la lata. —Estoy agrietándome. Otra vez ese olor a huesos y caliche. —Le tengo miedo a los despojos. La locura es eso, despojos, pedazos que ya no se juntan —¿Perdón, me habla a mí? El mesero intenta alejarse con prisa, tropieza con una silla. 

 

¡Alerta, allá vamos! ¡Vamos a bajar!

 

Yo estaba ahí, repté por la banqueta, pensaba que estaba trepando, el edificio ya se había sumido. Tenía nueve años, estaba tragando polvo. Un bebé estaba llorando, un alambrón le atravesaba un cachete y otro, un empeine, no el pañal, pero el mameluco sí, como arañado. Había ratas hociqueando en una pecera, yo… —¡Muerde! ¡Muerde! Sí, seguía llorando. Allá vamos, ¡Vamos a bajar! Alguien gritó. No sé, yo tenía ya una costra en la oreja y me faltaban las uñas. ¿Y mi papá…? Es que… Me dejaron sola. Odio eso. Todo se había venido para abajo. Temblamaba. Sí, sí lo sentí. Había otros cuerpos, las paredes de repente se movían y las momias. Sí, sí eran momias. Tenía sed, me dolía, no sé dónde, me dolía y entonces me acerqué al bebé. —¡Muerde! El viento también rasguñaba. El bebé estaba cubierto de polvo, yo también. Le metí el dedo por el mismo hoyo del alambrón, en su piecito, y no, no lloró más, le sentí los huesos, jalé y se le desprendió uno, fácil, yo tenía sed. Con mi papá así nos comíamos el pollo los domingos. Su piel no, pero sus huesos sí, eran blandos, podía masticarlos con mi dientes.

 

Señorita, ¿Es usted Irene Sánchez? ¿Reconoce a esta persona? ¿Dónde estuvo alrededor de las once de la mañana? ¿Este fue el mesero que la atendió…?

 

 

#CDMX 20 de Septiembre del año 2015

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